Saturday, April 10, 2010

SIEMPRE HAY UNA POSIBILIDAD


El barrio al borde del cual se encuentra el Instituto de Educación Secundaria Ramón Carande tiene mala fama en la ciudad. Situado en la periferia sur de Sevilla, en el Polígono Sur o barrio de las Tres Mil Viviendas, como también se lo conoce, aloja a 545 estudiantes muchos de los cuales corren riesgo de marginación social. Las drogas, el alcoholismo y el desempleo, generan una pobreza y una violencia a la que los chicos viven acostumbrados.

El instituto se asemeja a una fortaleza por fuera, aunque una vez traspasado el muro exterior, y tras recorrer un pequeño jardín hace mucho descuidado, hay un gran mural de D. Ramón Carande, el insigne geógrafo y humanista sevillano que da nombre al centro, pintado junto a la entrada.

Caminando por los pasillos, no se ve a ningún estudiante por los pasillos. Las ventanas de vidrio esmerilado están protegidas con rejas. Es imposible ver lo que hay fuera.

El 22 por ciento de los estudiantes del instituto son gitanos, aunque muchos en realidad usan el término “entreverao” para referirse a sí mismos, debido a la mezcla de “payo” y gitano que se da en ellos—un progenitor es gitano y el otro no. También hay un ocho por ciento de estudiantes procedentes de familias inmigrantes. La mayoría de Ecuador, Bolivia, Colombia y el Salvador.

Este mediodía dos estudiantes se han sentado pacientemente en el despacho de la psicóloga del centro para hablar algo sobre su vida. José Manuel Chía Pérez retuerce nervioso un anillo pequeño en su dedo. Es alto y moreno, lleva gafas. Tiene 17 años y está en el cuarto año del ciclo de Educación Compensatoria.

Le dice a su compañero, Juan Manuel Gandul Perea, algo que no podemos entender. Juan se entretiene mirando los pósters y cuadros de la pared, tiene 18 años y está en el quinto año del mismo ciclo que José.

Juan y José se encuentran entre los estudiantes más brillantes del Instituto. Nos hablan de su familia, de sus amigos y de sus expectativas de futuro.

“Quizás vaya a la universidad,” dice José, contemplando sus propias metas para el futuro. “Pero depende de las notas. Quiero ser enfermero, pero tengo que hacer un examen muy difícil antes,” continua.

A Juan le gustaría estudiar hostelería. También quiere tener más conocimientos de informática.

El 35 por ciento de los estudiantes del Instituto Ramón Carande suele después acceder a la universidad.

A Juan y a José les gusta chatear por la tarde con sus amigos, en Facebook o Tuenti, el “Facebook” español. Por la noche, suelen salir con sus amigos, por Triana o por el centro de Sevilla. “Me gusta el centro,” dice José. También van al cine con sus amigos, a restaurantes para cenar y a la disco los fines de semana. A veces salen en pareja, a veces no.

José tenía novia, pero ahora está “soltero”. “Siempre nos peleábamos. Mejor está solo,” dice. Juan en cambio tiene una novia de 12 años que se llama Melanie y que es del mismo barrio. José mira por la ventana intensamente mientras su compañero habla de su novia.

Luego José nos cuenta algo más sobre su vida. Vive en el Tiro de Línea con su hermana mayor y su padre. Su madre trabaja fuera de casa ayudando a un hombre mayor. Su padre es un electricista.

Juan vive en Los Verdes de las Tres Mil Viviendas con sus padres. Es hijo único. Su madre es ama de casa y su padre trabaja de camarero, pero vende pescado también.

Ni Juan no José tiene trabajo, aunque querrían tener algo. “Estamos en crisis, no hay trabajo para nosotros,” dice José.

Gracias a su esfuerzo y entusiasmo, los dos estudiantes son parte de un futuro mejor para las Tres Mil Viviendas.

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